jueves, 5 de noviembre de 2015

2:18

Pero la verdad es que si hubiera podido elegir no habría sido él.  No habrían sido sus manos, sus besos, sus caderas, el color de sus ojos, las arrugas cuando sonreía, el sonido de su voz llenado el espacio vació. No habría sido él. Hubiera preferido ser drogadicta, alcohólica, cualquier cosa antes de ser adicta a aquello. Hubiera preferido cualquier cosa antes de estar tan enganchada de él que no supe distinguir donde acababa la realidad de la imaginaron, era como estar permanentemente colocada, permanentemente vacía alimentándome de nada creyéndome que estaba llena. Vivir la montaña rusa sin saber cuando estábamos arriba y cuando estábamos abajo. Encontré el botón de la autodestrucción y lo presionaba hasta no poder respirar. Hubiera preferido estar enganchada de cualquier otra cosa que tuviera cura. Pero estaba tan enganchada de él que me daba absolutamente igual mi propia integridad física o moral, había perdido toda la sensación de orgullo o dignidad, y me importaba una soberana y absoluta mierda. Casi tanto que a veces, fingía no darme cuenta. Lo llamaba 'amor tóxico' pero era mucho mas que eso. Quería quedarme envuelta en la sensación de esperanza que otorgaba la inconsciencia. El tener que beber para sentir que existía mas allá de un montón de caprichos, los cortes en la piel, sangre en rincones insolutos de la casa. Ojala hubiera sido cualquier otra sustancia, cosa; pero nadie elige voluntariamente engancharse a algo que no puede controlar, eso nunca es voluntad propia, ni el no poder escapar. Quise salir corriendo, huir, escapar, tantas veces que las maletas echas  y los aviones perdidos se convirtieron en un echo constante en mi vida, y jamas me subí a uno, vi pasar todos de lejos mientras volvía a colocarme de todo junto a él. La gente no tiene ni puta idea de lo que es un adicción de verdad. Lo que es perder tu propio sentido, tu propio control. Necesitar del dolor para respirar, y cargarte todos los limites. Del desgaste físico y emocional que supone estar tan enganchada de algo, de la cantidad de bilis que te ves forzada a tragar convenciéndote de que esta bien, de que va a mejorar. Pero que fácil es delimitar un infierno a una definición en un papel.

lunes, 27 de julio de 2015

Limón, sal, y mucho tequila.

Estaba bailando encima de la barra de aquel y nada en este mundo que podía hacer que me detuviera, como si no existiera un amanecer, un día siguiente, una vida fuera de aquellas paredes mal pintadas. Me mirabas apoyado desde la pared del fondo bebiéndote quien sabe que numero de copas que llevarías, y las que aun quedaban. No existía nada fuera de aquel antro que pudiera hacernos parar, de mirarnos, de bailar, de quitárnoslo todo con tan solo dos palabras mal dichas. Yo seguía huyendo de los fantasmas de mi cabeza, de las voces, de la luz del día, tu estabas buscando un lugar donde esconderte, donde poder perderte un rato. Bailaba mientras me mirabas, fumabas mientras yo bebía, y bebías mientras yo bailaba. Hasta que chocamos, miradas, labios, tus manos inquietas sobre la piel de mi espalda, las mías impacientes tirando de tu pelo. Nunca en mi vida había sentido tanta paz y tanta guerra en un solo instante. Mientras nos comíamos la piel, arañábamos el suelo y despertábamos a todo Madrid entre gritos y gemidos a las cuatro y treinta tres de la mañana. Del día que no llegaba, de la noche que no tenía ninguna prisa por acabar. El alma que te habías dejado olvidada en casa aquella noche, que yo había perdido meses atrás en esta vida. Que pequeño me parecía el mundo dentro del garito que se sentía mas acogedor que cualquier lugar al que había llamado hogar; dentro de tu boca, entre mi propia oscuridad en la que te perdiste aquella madrugada. De una noche de verano. Estaba huyendo, desapareciendo para dejar de ser quien era, estabas escondiéndote, ocultando la realidad tras unas botas de cuero y una sonrisa torcida que se chocaron contra mis labios pintados de negro.
En la que fuiste el chico misteriosos del fondo del bar que acabo enredado en la chica misteriosa de las marcas en las muñecas. En aquella noche de verano. De la cual nunca, jamas, volví a saber nada.

martes, 13 de enero de 2015

'te va a doler toda la vida pero una vez te la salvó.'

Escribo esto porque ya no tengo nada que perder, ni mucho menos nada por lo que ganarte. Y esta vez, la que da el portazo rompiendo el marco de la puerta en piezas soy yo, porque tienes todo un mundo fuera de esta casa, de nuestra vida, y de mi; y a mi no me queda nada dentro de las cuatro paredes en las que solía sentirme en casa. Escribo esto porque, no nos quedan 'para siempres' que cumplir, ni tiempo, ni ganas de volvernos a construir a base de besos, de volver a ganar el tiempo que tan estúpidamente dejamos escapar entre nuestras manos porque en vez de conservarlas entrelazadas decidimos separarlas; y junte las mías rezando porque pudiéramos sobrevivir a esta guerra demoledora que al final nos ha reducido a un montón de escombros. Se nos agotaron las ganas, el cariño, las caricias.  Quisiera meter muchas cosas en esta mochila, pero no me caben y por eso te las dejo a ti, porque sin ti me sobra la mitad de la vida, y del tiempo, me sobra la mitad de la cama, de la almohada, del sofá.  Y sin embargo, soy yo la que se ha ido. Me voy a escondida, en esta madrugada de cualquier noche fría de enero, porque si aparecieras y me mirases, no se si sería capaz de marcharme, y seguiríamos quitándonos la vida poco a poco, destrozando nos la piel a arañazos y el amor a gritos. Me voy ahora, porque que sé que si te veo no podré evitar besarte, o aun mucho peor, desear hacerlo. Te escribo porque ya no puedo acariciarte. Porque hace mucho que dejamos de rozarnos y besarnos con cuidado las heridas, y nos arrancamos las costras de golpe sin dejar que se curase nada dejando que se acumulasen los rencores y las dudas por todas las esquinas de esta casa, que nos volviesen locos y destruyeran las paredes de esta casa. Porque hace meses que no nos miramos, que no nos tocamos, y que no nos hacemos el amor a besos. Me voy para buscar todo aquello que era antes de convertirme en tu mitad, y ahora en la mitad de todo y nada. Me voy pero te dejo mi corazón entre tus sábanas, en esta cama, en esta casa y en esta vida en la que tan feliz fui contigo. Y solo me queda suponer, que en el fondo también me echas de menos y te sobran las mismas mitades que a mi, y coger ese último tren con destino a un Madrid que es la mitad de bonito y el doble de frío sin nuestras risas.

jueves, 1 de enero de 2015

Marcharse es muy duro hasta que te marchas.

El sonido del portazo me hizo despertar de golpe, como quien se parte los dientes al caerse de una bicicleta. Había sido su novia, su prometida, su puta, y cada capricho absurdo que se le había puesto por delante, y de la noche a la mañana solo era un maldito trozo de mierda que no servía para nada. Que absurdo me parecieron el resto de las cosas después de la despedida. Tenía ganas de meter todas las promesas saturadas, las mentiras rotas, y los abrazos deshechos en una caja y prenderla fuego, para que sintiera como es que te quemen la vida sin poder pararlo. Ya nunca estábamos pero nunca nos íbamos del todo, siempre volvíamos a acostarnos en la misma cama, y de vez en cuando nos tocábamos tan intensamente que nos partíamos las entrañas, acariciándonos hasta clavarnos las uñas y dejarnos marcada la piel, y comernos otro poquito de alma. Que ahora ya no la teníamos. Me parecía la forma mas estúpida de acabar con todo, y quedarse sin nada. La mas estúpida de morir y de suicidarse. Irse como cuando te marchas a hacer la compra, sin pararte a mirar a la hora de cruzar esa puerta, irse así sin mas, y sin menos. Dejando la vida detrás tuya. Llevándotelo todo menos los trozos que quedaron de mi, esos que me dejaste para que los recogiera del suelo y los tirara a la basura, y sin embargos eran todos tuyos. Que estúpidos fuimos, teniéndolo todo lo apostamos a una partida de póquer que ninguno de los dos podía ganar. Nos quedaba aun todo lo demás que no iba a desaparecer tras aquel portazo que había dividido nuestra vida piezas, que ya no sabía donde meter o que hacer con todo aquello que muy posiblemente te  tendrías que haber llevado contigo. Nadie te iba a consentir lo que yo te había consentido, ni a querer de manera tan absurda y destartalada. Ojala lo hubiéramos sabido antes de comprometernos a estar toda la vida en una balanza desequilibrada. Pero no lo sabía, si hubiera podido elegir, te habría querido menos. Te habría dado menos. 

viernes, 26 de diciembre de 2014

Epilogo: los restos del naufragio.

No es ese sonido que hace la puerta al cerrarse y partirte por la mitad partiendo también tu vida, sino la sensación de vació que se queda después del portazo, de los armarios vacíos y los ojos llenos. Esa sensación, como de abandono y tristeza, que se te cuela por cada rincón de la casa, de la habitación, por cada recoveco de la piel y se te queda estancada dentro, hasta que te sientes llena nada, porque nada es lo que queda; y te recuerda como se siente tener la casa llena y el corazón vacío. Pero eso nadie te lo advierte. Ni la putada que supone tener que limpiar los trozos que quedan desparramados por las esquinas de todo aquello que un día fue, y ya no es. Ni sera nunca. De discutirte contigo misma la complejidad de lo absurdo, que hacer con cada fotografía, cada regalo, cada prenda de ropa suya de la que te prometes que conserva su olor y guardas siempre en el fondo del armario. La absurda sensación de haber perdido la guerra sin haberte echo con ninguna de las batallas, sin haber conquistado tierra enemiga. Y que pasa con todas aquellas cosas que nadie quiere porque ya no caben en ningún sitio. Los sueños, las promesas, las risas entrelazándose que ahora quedan perdidas, besos a escondidas en portales, terrazas, bares o discotecas que se deshacen porque ya nadie los quiere, así como los suspiros que ya no volverán a ser suspiros. Nadie cuenta nunca lo que pasa con las cosas no tan corrientes, con las cosas que no pasan pero nunca dejan de pasar, el escalofrío en la espalda repleto de recuerdos que ahora se derriten con la lluvia porque ya tampoco te quedan. Es el motivo por el que guardas la ropa en el fondo del armario, o duermes en las mismas sabanas en las que os vio llorar el cielo. Porque lo que rompe el alma el trozos y divide el corazón en piezas no es la despedida, ni el portazo, ni el no volver a verse nunca, sino lo la sensación de que ya nada esta, pero nada se ha ido. Nadie nace preparado para eso, para morir y seguir viviendo.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿nunca piensas en saltar?

Hace mucho frío y posiblemente este nevando en cualquier lugar del mundo mas bonito que este. A pesar de todo, el cielo esta tan helado como el resto de cosas, la calle, el aire, mi pecho, pero aquí no nieva, no hay copos blancos cubriendo los desperfectos, solo cicatrices. Hace tanto frío fuera, y dentro de mi pecho, que podría quedarme congelada y no volver a llorar nunca mas. No sentir que vivo mi vida a través de un cristal translucido de imágenes borrosas y de recuerdos que se desvanecen. Podría congelarme, dejar de sentir que no hago mas que fracasar, que no soy lo suficientemente buena. Todo este frío es opaco, me recuerda todo lo que se fue, lo que ya no esta, las cosas que no sobrevivieron al invierno, ni a ninguna otra estación. Tantos charcos de agua congelada hacen que me caiga continuamente con el hielo y cada vez es mas difícil levantarse, cada vez es mas duro. Hace tanto frió que mis pensamientos se congelan, se rompen en miles de trocitos, y se pierden por todos esos mágicos lugares donde la gente se ríe. Los miro a través de un espejo, mientras se me clavan los restos de las luces rotas que simbolizan todos los sueños perdidos, rotos, abandonados. Todas las cosas que ya no podre tener. Es una sensación horrible. Como si tanto hielo provocase que todo se me cayera de las manos y acabe por romperse. Podría quedarme congelada, romperme y desaparecer. Convertirme en hielo o ceniza, cualquier cosa y convertirme en polvo. Los arboles tan desnudos, y la gente tan distante hacen que me sienta tan inestable, como si solo quisiera ponerme a gritar y romper todos los cristales, todos los trocitos de hielo del mundo. Y marcharme a dormir para siempre.

jueves, 20 de noviembre de 2014

este silencio esta lleno de voces que gritan

Echo de menos muchas mas cosas de las que me puedo permitir, y es un infierno. Porque ya no puedo tenerlas, y aun así las sigo queriendo de una manera casi enfermiza. Sigo esperando a que crucen esa puerta que separa mi propio invierno del mundo exterior, y que vuelvan a traer la primavera. Para que quizás entonces, pueda volver a reír. Todo se ha quedado vació ahora, y entonces me rompo, mas si cabe, en la misma habitación envuelta en el eco de mis gritos pidiendo desesperadamente que alguien venga, y me ayude, que me saque de esta oscuridad vacía y absoluta en la que me estoy desangrando sin que nadie se de cuenta. Todo esta tan oscuro que no puedo distinguir con claridad ningún matiz, no se lo que me gusta, lo que no, lo que quiero ni lo que odio. Esa soy ahora, un montón de cosas, de detalles, de matices, de colores, heridas, sensaciones, sentimientos, recuerdos, miedos, que ya no encajan. Que ya no pueden convivir en un mismo lugar. Como un puzzle del que se pierden las piezas y ya no puedes hacer. Y todas estas voces están gritando tan alto que ya no entiendo mis propios pensamientos. Y mucho menos lo que siento. Tengo que empezarlo todo de nuevo, y no soy capaz. Tengo que construirme de la nada, y aprender a sobrevivir otra vez sin todas esas piezas que no dejo de necesitar, sin todas esas mentiras camufladas en promesas que me sostenían. Tengo que hacerlo todo de nuevo, inventarme, y no soy capaz. Estoy tan cansada que no quiero volver a empezar. Ni volver a confiar en dejar que me lleven hacia el cielo para dejarme caer otra vez, y ojala nadie mas lo haga. No creo que pueda soportar otra ruptura, otra perdida, otra pieza perdida. Y que se me rompa mas el alma, que esta destrozada y ya no sabe ni quien es. Estoy muy enfadada y confundida, y furiosa, pero no se porque, no se exactamente que es lo que ha pasado, ni como he llegado hasta aquí. Hace mucho tiempo que ya no entiendo nada, soy incapaz de sumar dos y dos, ya nada tiene sentido y solo quiero dormir durante mil días. Y dejar de comer, de respirar, de sentir, de vivir.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Segundos atrapados en un reloj.

Y la culpa fue mía. Que desde que soltaste tus manos de las mías supe que seria vulnerable a mostrarme toda la vida delante de quien fuera. Porque ya no se si te conté mis secretos o tu los descubriste todos. Que antes de ti yo era dura, virgen, con heridas abiertas que sangraban por la garganta. Que creía saberlo todo e iba evitando cualquier mirada hasta que tu te pusiste delante de mi camino. Con esos ojos azules y la sonrisa mas bonita que yo había visto en la vida. Te la sudaba que fueras luz porque siempre quisiste quedarte conmigo en la oscuridad, cuando solo sabia chillar de miedo. Y estaba cargada de miedo porque me llenaste hasta las entrañas, porque me acostumbraste a ti. Y porque te quería. Y, yo que se, alomejor siempre tuviste  razón y nunca renuncie a nada por ti, y pocas veces te puse por encima, ni si quiera de mis alocados caprichos pasajeros, pero eres con quien me quedaría toda la vída. Eso debe contar, digo yo. Porque tenerte, tocarte, y que lamieras mis heridas fue lo mas bonito y acojonante que sentí en toda mi puta vida. Yo, que era de hierro, me deshacía como ceniza entre tus manos, me desnudaba para que pudieras hacer mapas entre mis lunares y te llevaras todo ese dolor que irremediablemente sentía. Porque nunca fui de las fáciles, de las sencillas. Y sin embargo tenía la suerte, o la condena ya no lo se muy bien, de que me quisieras. De que yo fuera el lugar en ruinas al que decidiste aferrarte olvidando todas las otras maravillas del mundo. Y te quiero, y que poco lo decía y cuanto me empeño ahora en que nadie se de cuenta. Que ya no querré más otros labios, ni quedarme enganchada entre otras piernas. Que no querré subirme a otros trenes, ni ver nevar en París con nadie mas, ni casarme en Nueva York. Ni que me partan en dos como tu lo hiciste, ni partir a nadie mas como yo lo hice contigo. Querías encajarme contigo hasta que me olvidara de todos mis infiernos, pero yo ya estaba condenaba. Y tu te condenaste conmigo, y eso me escuece todavía en todos los huecos de mi cama, nunca supe darme cuenta que tenias infiernos propios. Y fui demasiado egoísta como para salvarte, y no sabes cuanto me torturo por ello. Porque ahora en vez de llevarte besos tengo que ir a llevarte flores. Pero nunca nadie me había acariciado como tu. Nunca nadie se había llevado lejos todos mis miedos como tu lo hiciste. Nadie me había mirado nunca y me había dicho que era preciosa, con o sin lunares, con esos kilos de más o sin ellos. Nunca nadie me había dicho que me queria por encima de mis defectos. Ni me había echo sentir tanto, tanto que pensé que me explotaría el corazón si no estaba contigo, si no te tenía cerca. Tatuaste tus huellas dactilares en mi piel. Y yo me odio, por no haber podido salvarte, por no dejar que te quedaras conmigo una vida entera, para ver como la cago sumando dos y dos, o como me río con todas tus dichosas tonterías y pierdo la cabeza por tu sonrisa, para todo y para nada, simplemente que te quedaras. Me encontre dentro de tus ojos y no sabes como me arrepiento de no haberme quedado en ellos. Pero tu, estés en donde estés, sigues siendo poesía, y todas las canciones de mi banda sonora. Sigues siendo testigo de toda esa aventura que creamos, de todos los latidos que te llevaste, y de las cosas que solo quería darte a ti. Y yo me quedo mas en ruinas sin ti de lo que ya estaba, y eso si que espero que lo sepas, que siempre estuve vacía si no tenía tu voz llenándome los oídos. Ni quiero volver a llenarme, porque no creo que vuelva a sentirme llena si no es contigo, me dije que si no eras tu no seria otro y no mentía, tu eras el único que quería que me besara, que me tocara. Que me hiciera chillar de placer y susurrar de la paz en la que tu me llenabas olvidándonos de todas mis guerras. Y la culpa fue mía, no me cansare de repetirlo. Por no haber sido valiente y haberme quedado contigo, con el único que me hacía temblar sin tener frío. Nadie supo calmar mis gritos como tu lo hiciste, ni llenar de primaveras todos los recovecos de mi propio invierno. Te quiero y, no lo dije cuando debía y cuanto me arrepiento.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Tequila con limón.

Noches de licor, de chupitos que te abrasan la garganta y te ponen los pelos de punta. Noches de bailar hasta el amanecer en discotecas, bares, cualquier sitio con la música alta donde rebose el calor y la adrenalina. Alcohol en vena como si fuera el jarabe contra todas la penas que se juntan en el día a día. Caricias con desconocidos, roces de manos de pies, de corazones que laten al compás del ritmo de la música. Y muchos mas chupitos. De tequila, vodka, ron, whisky. De cualquier cosa que te abrase las ganas y no el corazón, o lo que quede de el. El alivio de sentir que estar vivo, que te arde el cuerpo, de sentir la euforia, que aunque termine cuando salga el sol otra vez saldrá la luna para que te pongas esos pantalones ajustados, los tacones, los vestidos. Y te hace sentir mejor, una noche, dos, treinta. Besos con desconocidos de sabor amargo, o dulce, de mezclar saliva con licor en algunas bocas y sentir que sigues vivo, que la vida no se a acabado aun. Es una vía de escape de la realidad. Un antídoto a la lucha continua con todos esos impulsos, pensamientos, sentimientos, contra los que luchas día a día. Dejarse llevar, sentirlo en vena. Seguir bailando hasta que no puedas mas, hasta que te duela la cabeza, los pies y el alma. Romper los zapatos de utilizarlos, dejar el alma rota por trozos en todos aquellos lugares que te robaron aunque fuera al menos un suspiro. Sentir toda la adrenalina que provoca el no ser consciente de tus sentidos y a la vez sentirte vivo y completo. Conocer a un desconocido y dejar que te conozca un poco, lo suficiente, lo que quieras, y dejarte caer en sus manos que te acarician por encima de la música, que te roban una sonrisa indiscreta. Sentir tu espalda contra una pared y sus labios por todo tu cuello, morderte el labio y sentir el sabor del alcohol. Olvidarte de tu nombre y no aprenderte el suyo, porque sabes que  a la noche siguiente ya ni le recordaras. Sentir cada golpe el altavoz como un latido, como una descarga directa por todo tu cuerpo que te sube el pulso, que te acelera las ganas y desear que no pare nunca, que siga girando.

jueves, 23 de octubre de 2014

Cristales

Recuerdo estar tirada en el suelo de mi habitación sintiendo como mi sangre manchaba el suelo, y recuerdo pensar 'voy a sentirme así el resto de mi vida. toda ella' y recuerdo echarme a llorar porque no sabia como parar ese sentimiento, como pararme a mi misma ni como pararlo todo y tan solo quería que el mundo dejase de girar aunque fuera solo un minuto para encontrar una manera de pararlo. No podía decidir sin que alguien saliera perjudicado, no podía moverme, no podía respirar y entonces pensé que había pasado toda mi vida sintiendo que no era lo bastante buena, ahí estaba en resultado final, no lo era, ni para salvarme a mi misma y mucho menos al resto. Tome una mala decisión por un mal motivo y ahora estaba pagando las consecuencias, y supe que las iba a pagar todos los días porque jamás dejaría de sentirme como si me ahogara aunque estuviese respirando. Era como tener los pulmones de acero. Deseaba librarme de aquella sensación de estar volviéndome loca, no podía soportar el mínimo ruido y el olor de la comida me daba arcadas. Quería escapar, dejar de sentirme así, hacerme lo mas pequeña posible, quería encontrar una solución a todo pero me moría por dentro y era incapaz de hacer las cosas bien. Recuerdo que, antes de cerrar los ojos, apague todos mi sentimientos, todas las emociones, todo. Me quede muerta por dentro en aquel suelo lleno de sangre.