miércoles, 19 de noviembre de 2014

Segundos atrapados en un reloj.

Y la culpa fue mía. Que desde que soltaste tus manos de las mías supe que seria vulnerable a mostrarme toda la vida delante de quien fuera. Porque ya no se si te conté mis secretos o tu los descubriste todos. Que antes de ti yo era dura, virgen, con heridas abiertas que sangraban por la garganta. Que creía saberlo todo e iba evitando cualquier mirada hasta que tu te pusiste delante de mi camino. Con esos ojos azules y la sonrisa mas bonita que yo había visto en la vida. Te la sudaba que fueras luz porque siempre quisiste quedarte conmigo en la oscuridad, cuando solo sabia chillar de miedo. Y estaba cargada de miedo porque me llenaste hasta las entrañas, porque me acostumbraste a ti. Y porque te quería. Y, yo que se, alomejor siempre tuviste  razón y nunca renuncie a nada por ti, y pocas veces te puse por encima, ni si quiera de mis alocados caprichos pasajeros, pero eres con quien me quedaría toda la vída. Eso debe contar, digo yo. Porque tenerte, tocarte, y que lamieras mis heridas fue lo mas bonito y acojonante que sentí en toda mi puta vida. Yo, que era de hierro, me deshacía como ceniza entre tus manos, me desnudaba para que pudieras hacer mapas entre mis lunares y te llevaras todo ese dolor que irremediablemente sentía. Porque nunca fui de las fáciles, de las sencillas. Y sin embargo tenía la suerte, o la condena ya no lo se muy bien, de que me quisieras. De que yo fuera el lugar en ruinas al que decidiste aferrarte olvidando todas las otras maravillas del mundo. Y te quiero, y que poco lo decía y cuanto me empeño ahora en que nadie se de cuenta. Que ya no querré más otros labios, ni quedarme enganchada entre otras piernas. Que no querré subirme a otros trenes, ni ver nevar en París con nadie mas, ni casarme en Nueva York. Ni que me partan en dos como tu lo hiciste, ni partir a nadie mas como yo lo hice contigo. Querías encajarme contigo hasta que me olvidara de todos mis infiernos, pero yo ya estaba condenaba. Y tu te condenaste conmigo, y eso me escuece todavía en todos los huecos de mi cama, nunca supe darme cuenta que tenias infiernos propios. Y fui demasiado egoísta como para salvarte, y no sabes cuanto me torturo por ello. Porque ahora en vez de llevarte besos tengo que ir a llevarte flores. Pero nunca nadie me había acariciado como tu. Nunca nadie se había llevado lejos todos mis miedos como tu lo hiciste. Nadie me había mirado nunca y me había dicho que era preciosa, con o sin lunares, con esos kilos de más o sin ellos. Nunca nadie me había dicho que me queria por encima de mis defectos. Ni me había echo sentir tanto, tanto que pensé que me explotaría el corazón si no estaba contigo, si no te tenía cerca. Tatuaste tus huellas dactilares en mi piel. Y yo me odio, por no haber podido salvarte, por no dejar que te quedaras conmigo una vida entera, para ver como la cago sumando dos y dos, o como me río con todas tus dichosas tonterías y pierdo la cabeza por tu sonrisa, para todo y para nada, simplemente que te quedaras. Me encontre dentro de tus ojos y no sabes como me arrepiento de no haberme quedado en ellos. Pero tu, estés en donde estés, sigues siendo poesía, y todas las canciones de mi banda sonora. Sigues siendo testigo de toda esa aventura que creamos, de todos los latidos que te llevaste, y de las cosas que solo quería darte a ti. Y yo me quedo mas en ruinas sin ti de lo que ya estaba, y eso si que espero que lo sepas, que siempre estuve vacía si no tenía tu voz llenándome los oídos. Ni quiero volver a llenarme, porque no creo que vuelva a sentirme llena si no es contigo, me dije que si no eras tu no seria otro y no mentía, tu eras el único que quería que me besara, que me tocara. Que me hiciera chillar de placer y susurrar de la paz en la que tu me llenabas olvidándonos de todas mis guerras. Y la culpa fue mía, no me cansare de repetirlo. Por no haber sido valiente y haberme quedado contigo, con el único que me hacía temblar sin tener frío. Nadie supo calmar mis gritos como tu lo hiciste, ni llenar de primaveras todos los recovecos de mi propio invierno. Te quiero y, no lo dije cuando debía y cuanto me arrepiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario