viernes, 26 de diciembre de 2014

Epilogo: los restos del naufragio.

No es ese sonido que hace la puerta al cerrarse y partirte por la mitad partiendo también tu vida, sino la sensación de vació que se queda después del portazo, de los armarios vacíos y los ojos llenos. Esa sensación, como de abandono y tristeza, que se te cuela por cada rincón de la casa, de la habitación, por cada recoveco de la piel y se te queda estancada dentro, hasta que te sientes llena nada, porque nada es lo que queda; y te recuerda como se siente tener la casa llena y el corazón vacío. Pero eso nadie te lo advierte. Ni la putada que supone tener que limpiar los trozos que quedan desparramados por las esquinas de todo aquello que un día fue, y ya no es. Ni sera nunca. De discutirte contigo misma la complejidad de lo absurdo, que hacer con cada fotografía, cada regalo, cada prenda de ropa suya de la que te prometes que conserva su olor y guardas siempre en el fondo del armario. La absurda sensación de haber perdido la guerra sin haberte echo con ninguna de las batallas, sin haber conquistado tierra enemiga. Y que pasa con todas aquellas cosas que nadie quiere porque ya no caben en ningún sitio. Los sueños, las promesas, las risas entrelazándose que ahora quedan perdidas, besos a escondidas en portales, terrazas, bares o discotecas que se deshacen porque ya nadie los quiere, así como los suspiros que ya no volverán a ser suspiros. Nadie cuenta nunca lo que pasa con las cosas no tan corrientes, con las cosas que no pasan pero nunca dejan de pasar, el escalofrío en la espalda repleto de recuerdos que ahora se derriten con la lluvia porque ya tampoco te quedan. Es el motivo por el que guardas la ropa en el fondo del armario, o duermes en las mismas sabanas en las que os vio llorar el cielo. Porque lo que rompe el alma el trozos y divide el corazón en piezas no es la despedida, ni el portazo, ni el no volver a verse nunca, sino lo la sensación de que ya nada esta, pero nada se ha ido. Nadie nace preparado para eso, para morir y seguir viviendo.

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