Escarcha con hielo.

Es de noche en la ciudad y todo esta dormido. Todo se ha quedado vacío, mi casa, mi cuarto, mi pecho. El peso de tanta historia impregna todas las paredes de esta fría casa y retumban en ellas tantos sentimientos desbordados. Mis gritos injustificados se han quedado escondidos en algún lugar entre tantos recuerdos amontonados y por las noches se escurren entre mis sabanas arrañandome en la piel todas y cada una de mis batallas perdidas. Los recuerdos se funden en matices blancos y negros, ya no se que estoy recordando ni si quiera cuando lo recuerdo. La cocina esta llena de grasa y lagrimas apagadas en esa ansiedad demoledora. El baño apesta a sangre y vomito. Pero soy la única que lo nota, soy la única que e todos y cada uno de estos cristales romperse y partirme por la mitad, viendo como se clavan en cada uno de los trozos de mi cuerpo infectado por mentiras. Todas las cosas que nadie dice están amontonadas en los rincones, todo sigue dando vueltas a pesar de que parece haberse salido de su órbita hace mucho tiempo y ya nunca va a encajar. Estoy tirada en el suelo de la fría habitación porque no me queda nada que fingir. Las verdades nunca dichas pesan en el aire y lo vuelven frío y espeso, haciendo que sea difícil respirar, que cueste tomar aire por la cantidad de polvo envenenado. Los monstruos de la oscuridad toman forma cada noche volviéndose a meter en mi cabeza mientras me arañan en el pelo susurrándome al oído con sus voces que me cortan en dos. Todos los espejos están rotos, los cristales me reflejan. Mis ojos parecen tan vacíos como yo parezco estarlo. Estoy tirada en el suelo preguntándome donde se han quedado escondidos los sueños, las esperanzas, las risas que una vez llenaron toda esta casa, las oportunidades que tapaban tanto dolor. Me he quedado estancada en un punto entre el olvido y la desaparición, entre la muerte y lo que se supone que hay después, bailando con fantasmas y alimentándome de nada. Tengo el mismo olor y temperatura que la suciedad.